Vísperas LUNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 LUNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Vísperas

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Muchas veces, Señor, a la hora décima

—sobremesa en sosiego—,

recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés

les saliste al encuentro.

Ansiosos caminaron tras de ti...

«¿Qué buscáis...?» Les miraste. Hubo silencio.


El cielo de las cuatro de la tarde

halló en las aguas del Jordán su espejo,

y el río se hizo más azul de pronto,

¡el río se hizo cielo!

«Rabí —hablaron los dos—, ¿en dónde moras?»

«Venid, y lo veréis». Fueron, y vieron...


«Señor, ¿en dónde vives?»

«Ven, y verás». Y yo te sigo y siento

que estás... ¡en todas partes!,

¡y que es tan fácil ser tu compañero!


Al sol de la hora décima, lo mismo

que a Juan y a Andrés —es Juan quien da fe de ello—,

lo mismo, cada vez que yo te busque,

Señor, ¡sal a mi encuentro!


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

Himno latino

Imménse cæli cónditor,

qui, mixta ne confúnderent,

aquæ fluénta dívidens,

cælum dedísti límitem,


Firmans locum cæléstibus

simúlque terræ rívulis,

et unda flammas témperet,

terræ solum ne díssipet:


Infúnde nunc, piíssime,

donum perénnis grátiæ,

fraudis novæ ne cásibus

nos error átterat vetus.


Lucem fides invéniat,

sic lúminis iubar ferat;

hæc vana cuncta térreat,

hanc falsa nulla cómprimant.


Præsta, Pater piíssime,

Patríque compar Únice,

cum Spíritu Paráclito

regnans per omne saéculum. Amen.

Salmodia

Ant. 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122

El Señor, esperanza del pueblo

Dos ciegos... se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!» (Mt 20, 30).


A ti levanto mis ojos,

a ti que habitas en el cielo.


Como están los ojos de los esclavos

fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava

fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos

en el Señor, Dios nuestro,

esperando su misericordia.


Misericordia, Señor, misericordia,

que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada

del sarcasmo de los satisfechos,

del desprecio de los orgullosos.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123

Nuestro auxilio es el nombre del Señor

Dijo el Señor a Pablo: «No temas..., que yo estoy contigo» (Hch 18, 9. 10).


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

—que lo diga Israel—,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros.


Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.


Bendito el Señor, que no nos entregó

en presa a sus dientes;

hemos salvado la vida, como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió, y escapamos.


Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Ant. 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico

Ef 1, 3-10

El Dios salvador

Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo

con toda clase de bienes espirituales y celestiales.


Él nos eligió en la persona de Cristo,

antes de crear el mundo,

para que fuésemos santos

e irreprochables ante él por el amor.


Él nos ha destinado en la persona de Cristo,

por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido

en su querido Hijo,

redunde en alabanza suya.


Por este Hijo, por su sangre,

hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia

ha sido un derroche para con nosotros,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad.


Este es el plan

que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas

del cielo y de la tierra.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Lectura breve

Sant 4, 11-12


Dejad de denigraros unos a otros, hermanos. Quien denigra a su hermano o juzga a su hermano denigra a la ley y juzga a la ley; y, si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su juez. Uno solo es legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?

Responsorio

V.Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

R.Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

V.Yo dije: Señor, ten misericordia.

R.Porque he pecado contra ti.

V.Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R.Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

Cántico evangélico

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

Magníficat

Lc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, 

  mi salvador;

porque ha mirado la humillación 

  de su esclava.


Desde ahora me felicitarán 

  todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho 

  obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.


Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.


Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido 

  a nuestros padres—

en favor de Abrahán 

  y su descendencia por siempre.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

Preces o intercesiones

V.Ya que Cristo quiere que todos los hombres se salven, pidamos confiadamente por toda la humanidad, diciendo:

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

1.Te bendecimos, Señor, a ti que, por tu sangre preciosa, nos has redimido de la esclavitud;

haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

2.Ayuda con tu gracia a nuestro obispo

N.y a todos los obispos de la Iglesia,

para que, con gozo y fervor, administren tus misterios.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

3.Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad la hallen

y, hallándola, se esfuercen en buscarla con mayor plenitud.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

4.Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas, a los que viven abandonados,

para que te sientan cercano y se entreguen más a ti.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

Antes de la petición por los difuntos pueden añadirse intenciones particulares que concluyen con la respuesta propuesta más arriba.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

5.Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,

donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, lo serás todo para todos.

R.Atrae a todos hacia ti, Señor.

Oración dominical

V.Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:


Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra 

  como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación

y líbranos del mal.

Oración conclusiva

V.Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu, en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

1.En la recitación individual, o si el que preside no es un ministro ordenado, se concluye:

V.El Señor nos bendiga, 

  nos guarde de todo mal

y nos lleve a la vida eterna.

R.Amén.

2.Si el que preside es un ministro ordenado, bendice al pueblo diciendo:

V.El Señor esté con vosotros.

R.Y con tu espíritu.

V.La paz de Dios, 

  que sobrepasa todo juicio, 

custodie vuestros corazones 

  y vuestros pensamientos 

en el conocimiento y el amor de Dios 

y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

R.Amén.

V.Y la bendición 

  de Dios todopoderoso, 

Padre, Hijo

V.+

V.y Espíritu Santo,

descienda sobre vosotros 

  y os acompañe siempre.

R.Amén.

Si se despide a la asamblea se añade:

Podéis ir en paz.

R.Demos gracias a Dios.


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