Oficio de lectura VIERNES SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, solemnidad

 VIERNES SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, solemnidad

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Por la lanza en su costado

brotó el río de pureza,

para lavar la bajeza

a que nos bajó el pecado.


Cristo, herida y manantial,

tu muerte nos da la vida,

gracia de sangre nacida

en tu fuente bautismal.


Sangre y agua del abismo

de un corazón en tormento:

un Jordán de sacramento

nos baña con el bautismo.


Y, mientras dura la cruz

y en ella el Crucificado,

bajará de su costado

un río de gracia y luz.


El Padre nos da la vida,

el Espíritu el amor,

y Jesucristo, el Señor,

nos da la gracia perdida. Amén.

Himno latino

Cor, arca legem cóntinens

non servitútis véteris,

sed grátiæ, sed véniæ,

sed et misericórdiæ;


   Cor, sanctuárium novi

intemerátum foéderis,

templum vetústo sánctius

velúmque scisso utílius:


   Te vulnerátum cáritas

ictu paténti vóluit,

amóris invisíbilis

ut venerémur vúlnera.


   Hoc sub amóris sýmbolo

passus cruénta et mýstica,

utrúmque sacrifícium

Christus sacérdos óbtulit.


   Quis non amántem rédamet?,

quis non redémptus díligat

et caritáte iúgiter

hærére Christo géstiat?


   Iesu, tibi sit glória,

qui corde fundis grátiam,

cum Patre et almo Spíritu,

in sempitérna saécula. Amen.

Salmodia

Ant. 1. En ti está la fuente viva; nos das a beber del torrente de tus delicias.

Salmo 35


El malvado escucha en su interior

un oráculo del pecado:

«No tengo miedo a Dios,

ni en su presencia».

Porque se hace la ilusión de que su culpa

no será descubierta ni aborrecida.


Las palabras de su boca son maldad y traición,

renuncia a ser sensato y a obrar bien;

acostado medita el crimen,

se obstina en el mal camino,

no rechaza la maldad.


Señor, tu misericordia llega al cielo, 

tu fidelidad hasta las nubes;

tu justicia hasta las altas cordilleras,

tus sentencias son como el océano inmenso.


Tú socorres a hombres y animales;

¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,

los humanos se acogen a la sombra de tus alas;


se nutren de lo sabroso de tu casa,

les das a beber del torrente de tus delicias,

porque en ti está la fuente viva,

y tu luz nos hace ver la luz.


Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,

tu justicia con los rectos de corazón;

que no me pisotee el pie del soberbio,

que no me eche fuera la mano del malvado.


Han fracasado los malhechores;

derribados, no se pueden levantar.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En ti está la fuente viva; nos das a beber del torrente de tus delicias.

Ant. 2. Cuando mi corazón estaba abatido, me llevaste a una roca inaccesible.

Salmo 60

Dios mío, escucha mi clamor,

atiende a mi súplica;

te invoco desde el confín de la tierra

con el corazón abatido:


llévame a una roca inaccesible,

porque tú eres mi refugio

y mi bastión contra el enemigo.


Habitaré siempre en tu morada,

refugiado al amparo de tus alas;

porque tú, oh Dios, escucharás mis votos

y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.


Añade días a los días del rey,

que sus años alcancen varias generaciones;

que reine siempre en presencia de Dios,

que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.


Yo tañeré siempre en tu honor,

e iré cumpliendo mis votos día tras día.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando mi corazón estaba abatido, me llevaste a una roca inaccesible.

Ant. 3. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Salmo 97

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas:

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo.


El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel.


Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad:


tañed la cítara para el Señor,

suenen los instrumentos:

con clarines y al son de trompetas,

aclamad al Rey y Señor.


Retumbe el mar y cuanto contiene,

la tierra y cuantos la habitan;

aplaudan los ríos, aclamen los montes

al Señor, que llega para regir la tierra.


Regirá el orbe con justicia

y los pueblos con rectitud.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Versículo

V.Recuerdo las proezas del Señor.

R.Recuerdo sus antiguos portentos.

Primera lectura

Rom 8, 28-39

El amor de Dios, manifestado en Cristo

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.


Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.


¿Cabe decir más? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?


¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza». Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.


Pues, estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Responsorio

Ef 2, 5. 4. 7


V.Estando nosotros muertos por los pecados, Dios nos ha hecho vivir con Cristo, por el gran amor con que nos amó.

R.Estando nosotros muertos por los pecados, Dios nos ha hecho vivir con Cristo, por el gran amor con que nos amó.

V.Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia.

R.Por el gran amor con que nos amó.

Segunda lectura

En ti está la fuente viva

De las obras de san Buenaventura, obispo.

(Opúsculo 3, El árbol de la vida, 29-30. 47: Opera omnia 8, 79)


Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es este que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!


Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: “Mirarán al que atravesaron”, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, “que salta hasta la vida eterna”.


Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma “que anida en la pared de una cueva; sé el gorrión que ha encontrado una casa” y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios “para que bebas el agua de las fuentes del Salvador”. Porque esta es la “fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos” que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.


Corre, con vivo deseo, a esta fuente de vida y de luz, quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:

 

«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!


¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable!


De ti procede el río que “alegra la ciudad de Dios”, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que “en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz”».

Responsorio

Sal 102, 2. 4; 33, 9


V.Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

R.Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

V.Gustad y ved qué bueno es el Señor.

R.Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

Himno

Te Deum

A ti, oh Dios, te alabamos, 

  a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre, 

  te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos 

  y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines 

  te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor, 

  Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos 

  de la majestad de tu gloria.


A ti te ensalza el glorioso coro 

  de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa, extendida por 

  toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, 

  digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.


Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre, 

  aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte, 

  abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios 

  en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir 

  como juez.

Te rogamos, pues, que vengas 

  en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste 

  con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna 

  nos asociemos a tus santos.

Lo que sigue puede omitirse:

Salva a tu pueblo, Señor, 

  y bendice tu heredad.

Sé su pastor y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos 

  y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día 

  guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor, 

  ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre 

  nosotros, como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, no me veré 

  defraudado para siempre.

Himno latino

Te Deum

Te Deum laudámus: 

  te Dóminum confitémur.

Te ætérnum Patrem, 

  omnis terra venerátur.

Tibi omnes ángeli, tibi cæli 

  et univérsæ potestátes:

tibi chérubim et séraphim incessábili 

  voce proclámant:

Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus 

  Deus Sábaoth.

Pleni sunt cæli et terra maiestátis 

  gloriæ tuæ.


Te gloriósus Apostolórum chorus,

te prophetárum laudábilis númerus,

te mártyrum candidátus 

  laudat exércitus.

Te per orbem terrárum sancta 

  confitétur Ecclésia,

Patrem imménsæ maiestátis;

venerándum tuum verum 

  et únicum Fílium;

Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.


Tu rex gloriæ, Christe.

Tu Patris sempitérnus es Fílius.

Tu, ad liberándum susceptúrus 

  hóminem, non horruísti 

  Vírginis úterum.

Tu, devícto mortis acúleo, aperuísti 

  credéntibus regna cælórum.

Tu ad déxteram Dei sedes, 

  in gloria Patris.

Iudex créderis esse ventúrus.

Te ergo quǽsumus, tuis fámulis súbveni, 

  quos pretióso sánguine redemísti.

æterna fac cum sanctis tuis 

  in gloria numerári.

Lo que sigue puede omitirse:

Salvum fac pópulum tuum, Dómine, 

  et bénedic hereditáti tuæ.

Et rege eos, et extólle illos usque 

  in ætérnum.

Per síngulos dies benedícimus te;

et laudámus nomen tuum in sǽculum, 

  et in sǽculum sǽculi.

Dignáre, Dómine, die isto sine peccáto 

  nos custodíre.

Miserére nostri, Dómine, 

  miserére nostri.

Fiat misericórdia tua, 

  Dómine, super nos, 

  quemádmodum sperávimus in te.

In te, Dómine, sperávi: non confúndar 

  in ætérnum.

Oración conclusiva

V.Oremos.

Dios todopoderoso, concede a quienes, alegrándonos en el Corazón de tu Hijo amado, recordamos los inmensos beneficios de su amor hacia nosotros, merecer recibir una inagotable abundancia de gracia de aquella fuente celestial de los dones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

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