Oficio de lectura LUNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 LUNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.

Si se toma de Laudes:


Hoy que sé que mi vida es un desierto,

en el que nunca nacerá una flor,

vengo a pedirte, Cristo jardinero,

por el desierto de mi corazón.


Para que nunca la amargura sea

en mi vida más fuerte que el amor,

pon, Señor, una fuente de alegría

en el desierto de mi corazón.


Para que nunca ahoguen los fracasos

mis ansias de seguir siempre tu voz,

pon, Señor, una fuente de esperanza

en el desierto de mi corazón.


Para que nunca busque recompensa

al dar mi mano o al pedir perdón,

pon, Señor, una fuente de amor puro

en el desierto de mi corazón.


Para que no me busque a mí cuando te busco

y no sea egoísta mi oración,

pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra

en el desierto de mi corazón. Amén.

Si se toma de Vísperas:

Ahora que la noche es tan pura,

y que no hay nadie más que tú,

dime quién eres.


Dime quién eres y por qué me visitas,

por qué bajas a mí que estoy tan necesitado

y por qué te separas sin decirme tu nombre.


Dime quién eres tú que andas sobre la nieve;

tú que, al tocar las estrellas, las haces palidecer de hermosura;

tú que mueves el mundo tan suavemente,

que parece que se me va a derramar el corazón.


Dime quién eres; ilumina quién eres;

dime quién soy también, y por qué la tristeza de ser hombre;

dímelo ahora que alzo hacia ti mi corazón,

tú que andas sobre la nieve.


Dímelo ahora que tiembla todo mi ser en libertad,

ahora que brota mi vida y te llamo como nunca.

Sosténme entre tus manos; sosténme en mi tristeza,

tú que andas sobre la nieve. Amén.

Himno latino

Cuando el oficio de lectura se celebra durante el día:

Vita sanctórum, via, spes salúsque,

Christe, largítor probitátis atque

cónditor pacis, tibi voce, sensu

   pángimus hymnum:


Cuius est virtus manifésta totum

quod pii possunt, quod habent, quod ore,

corde vel factis cúpiunt, amóris

   igne flagrántes.


Témporum pacem, fídei tenórem,

lánguidis curam veniámque lapsis,

ómnibus præsta páriter beátæ

   múnera vitæ.


Æqua laus summum célebret Paréntem

teque, Salvátor, pie rex, per ævum;

Spíritus Sancti résonet per omnem

   glória mundum. Amen.

Cuando el oficio de lectura se celebra durante la noche o de madrugada:

Ipsum nunc nobis tempus est

quo voce evangélica

ventúrus sponsus créditur,

regni cæléstis cónditor.


Occúrrunt sanctæ vírgines

óbviam tunc advéntui,

gestántes claras lámpadas,

magno lætántes gáudio.


Stultæ vero quæ rémanent

exstínctas habent lámpadas,

frustra pulsántes iánuam,

clausa iam regni régia.


Nunc vigilémus sóbrii

gestántes mentes spléndidas,

ut veniénti Dómino

digni currámus óbviam.


Dignos nos fac, rex óptime,

futúri regni glóoria,

ut mereámur láudibus

ætérnis te concínere. Amen.

Salmodia

Ant. 1. Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

Salmo 30, 2-17. 20-25

Súplica confiada de un afligido

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).

I


A ti, Señor, me acojo:

no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo,

inclina tu oído hacia mí;


ven aprisa a librarme,

sé la roca de mi refugio,

un baluarte donde me salve,

tú que eres mi roca y mi baluarte;


por tu nombre dirígeme y guíame:

sácame de la red que me han tendido,

porque tú eres mi amparo.


A tus manos encomiendo mi espíritu:

tú, el Dios leal, me librarás;

tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,

pero yo confío en el Señor;

tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.


Te has fijado en mi aflicción,

velas por mi vida en peligro;

no me has entregado en manos del enemigo,

has puesto mis pies en un camino ancho.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

Ant. 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

II

Piedad, Señor, que estoy en peligro:

se consumen de dolor mis ojos,

mi garganta y mis entrañas.


Mi vida se gasta en el dolor;

mis años, en los gemidos;

mi vigor decae con las penas,

mis huesos se consumen.


Soy la burla de todos mis enemigos,

la irrisión de mis vecinos,

el espanto de mis conocidos:

me ven por la calle, y escapan de mí.

Me han olvidado como a un muerto,

me han desechado como a un cacharro inútil.


Oigo el cuchicheo de la gente,

y todo me da miedo;

se conjuran contra mí

y traman quitarme la vida.


Pero yo confío en ti, Señor,

te digo: «Tú eres mi Dios».

En tu mano están mis azares:

líbrame de los enemigos que me persiguen;

haz brillar tu rostro sobre tu siervo,

sálvame por tu misericordia.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant. 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

III


Qué bondad tan grande, Señor,

reservas para tus fieles,

y concedes a los que a ti se acogen

a la vista de todos.


En el asilo de tu presencia los escondes

de las conjuras humanas;

los ocultas en tu tabernáculo,

frente a las lenguas pendencieras.


Bendito el Señor, que ha hecho por mí

prodigios de misericordia

en la ciudad amurallada.


Yo decía en mi ansiedad:

«Me has arrojado de tu vista»;

pero tú escuchaste mi voz suplicante

cuando yo te gritaba.


Amad al Señor, fieles suyos;

el Señor guarda a sus leales,

y a los soberbios les paga con creces.


Sed fuertes y valientes de corazón,

los que esperáis en el Señor.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

Versículo

V.Señor, haz que camine con lealtad, enséñame.

R.Porque tú eres mi Dios y Salvador.

Primera lectura

Jos 1, 1-18

Josué, llamado por Dios, exhorta al pueblo a la unidad

Comienza el libro de Josué.


Después que murió Moisés, siervo del Señor, dijo el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés:


«Moisés, mi siervo, ha muerto. Anda, pasa el Jordán con todo este pueblo, en marcha hacia el país que voy a darles. La tierra donde pongáis el pie os la doy, como prometí a Moisés. Vuestro territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, desde el gran río Éufrates hasta el Mediterráneo, en occidente. Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.


¡Ánimo, sé valiente!, que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a vuestros padres. Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir todo lo que te mandó mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda, y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esa ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todas sus cláusulas; así prosperarán tus empresas y tendrás éxito. ¡Yo te lo mando! ¡Ánimo, sé valiente! No te asustes ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en todas tus empresas».


Entonces Josué ordenó a los alguaciles:


«Id por el campamento y echad este pregón a la gente: “Abasteceos de víveres, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán, para ir a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da en propiedad”».


A los de Rubén, Gad y media tribu de Manasés les dijo:


«Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo del Señor. El Señor, vuestro Dios, os va a dar descanso, entregándoos esta tierra. Vuestras mujeres, chiquillos y ganado pueden quedarse en la tierra que os dio Moisés en Transjordania; pero vosotros, los soldados, pasaréis el Jordán, bien armados, al frente de vuestros hermanos, para ayudarlos, hasta que el Señor les dé el descanso, lo mismo que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les va a dar; después volveréis a la tierra de vuestra propiedad, la que Moisés, siervo del Señor, os dio en Transjordania».


Ellos le respondieron:


«Haremos lo que nos ordenes, iremos donde nos mandes; te obedeceremos a ti igual que obedecimos a Moisés. Basta que el Señor esté contigo como estuvo con él. El que se rebele y no obedezca a tus órdenes, las que sean, que muera. ¡Tú ten ánimo, sé valiente!».

Responsorio

Jos 1, 5b. 9; Dt 31, 20


V.Como estuve con Moisés estaré contigo —dice el Señor—. ¡Ánimo, sé valiente!, que tú has de introducir a mi pueblo en la tierra que mana leche y miel.

R.Como estuve con Moisés estaré contigo —dice el Señor—. ¡Ánimo, sé valiente!, que tú has de introducir a mi pueblo en la tierra que mana leche y miel.

V.No te acobardes, que yo estoy contigo; en todas tus empresas, no te dejaré ni te abandonaré.

R.¡Ánimo, sé valiente!, que tú has de introducir a mi pueblo en la tierra que mana leche y miel.

Segunda lectura

Ser cristiano no solo de nombre, sino también de hecho

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos.

(Caps. 3, 1-5, 3: Funk 1, 215-219)


Nunca tuvisteis envidia de nadie, y así lo habéis enseñado a los demás. Lo que yo ahora deseo es que lo que enseñáis y mandáis a otros lo mantengáis con firmeza y lo practiquéis en esta ocasión. Lo único que para mí habéis de pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no solo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no solo de nombre, sino también de hecho. Si me porto como cristiano, tendré también derecho a este nombre y, entonces, seré de verdad fiel a Cristo, cuando haya desaparecido ya del mundo. Nada es bueno solo por lo que aparece al exterior. El mismo Jesucristo, nuestro Dios, ahora que está con su Padre, es cuando mejor se manifiesta. Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.


Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo.


Halagad, más bien, a las fieras, para que sean mi sepulcro y no dejen nada de mi cuerpo; así, después de muerto, no seré gravoso a nadie. Entonces seré de verdad discípulo de Cristo, cuando el mundo no vea ya ni siquiera mi cuerpo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios. No os doy yo mandatos como Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo no soy más que un condenado a muerte; ellos eran libres, yo no soy al presente más que un esclavo. Pero, si logro sufrir el martirio, entonces seré liberto de Jesucristo y resucitaré libre con él. Ahora, en medio de mis cadenas, es cuando aprendo a no desear nada.


Desde Siria hasta Roma vengo luchando ya con las fieras, por tierra y por mar, de noche y de día, atado como voy a diez leopardos, es decir, a un pelotón de soldados que, cuantos más beneficios se les hace, peores se vuelven. Pero sus malos tratos me ayudan a ser mejor, aunque “tampoco por eso quedo absuelto”. Quiera Dios que tenga yo el gozo de ser devorado por las fieras que me están destinadas; lo que deseo es que no se muestren remisas; yo las azuzaré para que me devoren pronto, no suceda como en otras ocasiones que, atemorizadas, no se han atrevido a tocar a sus víctimas. Si se resisten, yo mismo las obligaré.


Perdonadme lo que os digo; es que yo sé bien lo que me conviene. Ahora es cuando empiezo a ser discípulo. Ninguna cosa, visible o invisible, me prive por envidia de la posesión de Jesucristo. Vengan sobre mí el fuego, la cruz, manadas de fieras, desgarramientos, amputaciones, descoyuntamiento de huesos, seccionamiento de miembros, trituración de todo mi cuerpo, todos los crueles tormentos del demonio, con tal de que esto me sirva para alcanzar a Jesucristo.

Responsorio

Gál 2, 19-20

V.La ley me ha dado muerte, pero así vivo para Dios. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.

R.La ley me ha dado muerte, pero así vivo para Dios. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.

V.Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

R.Que me amó hasta entregarse por mí.

Oración conclusiva

V.Oremos.

Oh, Dios, fuente de todo bien, escucha a los que te invocamos, para que, inspirados por ti, consideremos lo que es justo y lo cumplamos según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

Comentarios

Entradas populares