Invitatorio MARTES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 MARTES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria











Invitatorio

El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.

Cuando el Invitatorio se antepone a las Laudes, puede omitirse, si se juzga oportuno, el salmo con su antífona y decirse únicamente el versículo Señor, ábreme los labios.

Versículo inicial

V.Señor, ábreme los labios.

R.Y mi boca proclamará tu alabanza.

A continuación se dice el salmo 94 (o bien el salmo 99, el 66 o el 23), en forma responsorial, con la antífona.

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Heb 3, 13).

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón 

  como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres 

  me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto 

  mis obras.


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

“Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso”».


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Salmo 99

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio).

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores.


Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño.


Entrad por sus puertas 

  con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias 

  y bendiciendo su nombre.


«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades».


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Salmo 66

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28, 28)


Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación.


Oh, Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.


Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra.


Oh, Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.


La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Salmo 23

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo).


Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos.


— ¿Quién puede subir al monte 

  del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?


— El hombre de manos inocentes

y puro corazón,

que no confía en los ídolos

ni jura contra el prójimo en falso.

Ese recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.


— Este es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob.


¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria.


— ¿Quién es ese Rey de la gloria?

—El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.


¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria.


— ¿Quién es ese Rey de la gloria?

—El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el Rey de la gloria.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

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