Oficio de lectura MARTES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 MARTES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.

Si se toma de Laudes:

En esta luz del nuevo día

que me concedes, oh Señor,

dame mi parte de alegría

y haz que consiga ser mejor.


Dichoso yo, si al fin del día

un odio menos llevo en mí,

si una luz más mis pasos guía

y si un error más yo extinguí.


Que cada tumbo en el sendero

me vaya haciendo conocer

cada pedrusco traicionero

que mi ojo ruin no supo ver.


Que ame a los seres este día,

que a todo trance ame la luz,

que ame mi gozo y mi agonía,

que ame el amor y ame la cruz. Amén.

Si se toma de Vísperas:

Libra mis ojos de la muerte;

dales la luz que es su destino.

Yo, como el ciego del camino,

pido un milagro para verte.


Haz de esta piedra de mis manos

una herramienta constructiva;

cura su fiebre posesiva

y ábrela al bien de mis hermanos.


Que yo comprenda, Señor mío,

al que se queja y retrocede;

que el corazón no se me quede

desentendidamente frío.


Guarda mi fe del enemigo

(¡tantos me dicen que estás muerto!...).

Tú que conoces el desierto,

dame tu mano y ven conmigo. Amén.

Himno latino

Cuando el oficio de lectura se celebra durante el día:

O sacrosáncta Trínitas,

quæ cuncta condens órdinas,

diem labóri députans

noctem quiéti dédicas,


Te mane, simul véspere,

te nocte ac die cánimus;

in tua nos tu glória

per cuncta serva témpora.


Nos ádsumus te cérnui

en adorántes fámuli;

vota precésque súpplicum

hymnis adiúnge caélitum.


Præsta, Pater piíssime,

Patríque compar Únice,

cum Spíritu Paráclito

regnans per omne saéculum. Amen.

Cuando el oficio de lectura se celebra durante la noche o de madrugada:

Consors patérni lúminis,

lux ipse lucis et dies,

noctem canéndo rúmpimus:

assíste postulántibus.


Aufer tenébras méntium,

fuga catérvas daémonum,

expélle somnoléntiam

ne pigritántes óbruat.


Sic, Christe, nobis ómnibus

indúlgeas credéntibus,

ut prosit exorántibus

quod præcinéntes psállimus.


Sit, Christe, rex piíssime,

tibi Patríque glória

cum Spíritu Paráclito,

in sempitérna saécula. Amen.

Salmodia

Ant. 1. El Señor hará justicia a los pobres.

Salmo 9 B

Canto de acción de gracias

Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6, 20).

I

¿Por qué te quedas lejos, Señor,

y te escondes en el momento del aprieto?

La soberbia del impío oprime al infeliz

y lo enreda en las intrigas que ha tramado.


El malvado se gloría de su ambición,

el codicioso blasfema y desprecia al Señor.

El malvado dice con insolencia:

«No hay Dios que me pida cuentas».


La intriga vicia siempre su conducta,

aleja de su mente tus juicios

y desafía a sus rivales.

Piensa: «No vacilaré,

nunca jamás seré desgraciado».


Su boca está llena de maldiciones,

de engaños y de fraudes;

su lengua encubre maldad y opresión;

en el zaguán se sienta al acecho

para matar a escondidas al inocente.


Sus ojos espían al pobre;

acecha en su escondrijo como león en su guarida,

acecha al desgraciado para robarle,

arrastrándolo a sus redes;


se agacha y se encoge

y con violencia cae sobre el indefenso.

Piensa: «Dios lo olvida,

se tapa la cara para no enterarse».


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor hará justicia a los pobres.

Ant. 2. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

II

Levántate, Señor, extiende tu mano,

no te olvides de los humildes;

¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,

pensando que no le pedirá cuentas?


Pero tú ves las penas y los trabajos,

tú miras y los tomas en tus manos.

A ti se encomienda el pobre,

tú socorres al huérfano.


Rómpele el brazo al malvado,

pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.

El Señor reinará eternamente

y los gentiles desaparecerán de su tierra.


Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,

les prestas oído y los animas;

tú defiendes al huérfano y al desvalido:

que el hombre hecho de tierra

no vuelva a sembrar su terror.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3. Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata refinada siete veces.

Salmo 11

Invocación a la fidelidad de Dios contra los enemigos mentirosos

Porque éramos pobres, el Padre nos ha mandado a su Hijo (S. Agustín).


Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,

que desaparece la lealtad entre los hombres:

no hacen más que mentir a su prójimo,

hablan con labios embusteros

y con doblez de corazón.


Extirpe el Señor los labios embusteros

y la lengua fanfarrona

de los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,

nuestros labios nos defienden,

¿quién será nuestro amo?»


El Señor responde: «Por la opresión del humilde,

por el gemido del pobre, yo me levantaré,

y pondré a salvo al que lo ansía».


Las palabras del Señor son palabras auténticas,

como plata limpia de ganga,

refinada siete veces.


Tú nos guardarás, Señor,

nos librarás para siempre de esa gente:

de los malvados que merodean

para chupar como sanguijuelas sangre humana.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata refinada siete veces.

Versículo

V.El Señor hace caminar a los humildes con rectitud.

R.Enseña su camino a los humildes.

Primera lectura

Job 31, 1-8. 13-23. 35-37

Justicia de Job en su vida pasada

Del libro de Job.

Job dijo:


«Yo hice un pacto con mis ojos de no fijarme en las doncellas. A ver, ¿qué suerte reserva Dios desde el cielo, qué herencia el Todopoderoso desde lo alto? ¿No reserva la desgracia para el criminal y el fracaso para los malhechores? ¿No ve él mis caminos, no me cuenta los pasos? ¿He caminado con los embusteros, han corrido mis pies tras la mentira? Que me pese Dios en balanza sin trampa y comprobará mi honradez. Si aparté mis pasos del camino, siguiendo los caprichos de los ojos, o se me pegó alguna mancha a las manos, ¡que otro coma lo que yo siembre, y que me arranquen mis retoños!


Si denegué su derecho al esclavo o a la esclava cuando pleiteaban conmigo, ¿qué haré cuando Dios se levante, qué responderé cuando me interrogue? El que me hizo a mí en el vientre, ¿no lo hizo a él?, ¿no nos formó uno mismo a los dos?


Si negué al pobre lo que deseaba o dejé consumirse en llanto a la viuda; si comí el pan yo solo sin repartirlo con el huérfano —yo que desde joven lo cuidé como un padre, yo que lo guié desde niño—; si vi al pobre o al vagabundo sin ropa con qué cubrirse, y no me dieron las gracias sus carnes, calientes con el vellón de mis ovejas; si alcé la mano contra el huérfano cuando yo contaba con el apoyo del tribunal, ¡que se me desprenda del hombro la paletilla, que se me despegue el brazo! Me aterra la desgracia que Dios envía, y me anonada su sublimidad.


¡Ojalá hubiera quien me escuchara! ¡Aquí está mi firma!, que responda el Todopoderoso, que mi rival escriba su alegato; lo llevaría al hombro o me lo ceñiría como una diadema. Le daría cuenta de mis pasos y avanzaría hacia él, como un príncipe».

Responsorio

Job 31, 3; Prov 15, 3; Job 31, 4

V.¿No reserva Dios la desgracia para el criminal y el fracaso para los malhechores? En todo lugar los ojos de Dios están vigilando a malos y buenos.

R.¿No reserva Dios la desgracia para el criminal y el fracaso para los malhechores? En todo lugar los ojos de Dios están vigilando a malos y buenos.

V.¿No ve él mis caminos, no me cuenta los pasos?

R.En todo lugar los ojos de Dios están vigilando a malos y buenos.

Segunda lectura

La falsa paz de espíritu

De las instrucciones de san Doroteo, abad.

(Instrucción 7, sobre la acusación de sí mismo, 2-3: PG 88, 1699)


El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños, ultrajes, ignominias y otra aflicción cualquiera que haya de soportar, pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz. Nada hay más apacible que un hombre de ese temple.


Pero quizá alguien me objetará: «Si un hermano me aflige, y yo, examinándome a mí mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?»


En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y, si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano. Por esto, sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones.


Otro preguntará por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz y tranquilidad, viene un hermano y lo molesta con alguna palabra desagradable o ignominiosa y, sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y enfadarse con su hermano; porque, si este no hubiese venido a molestarlo, él no hubiera pecado.


Este modo de pensar es, en verdad, ridículo y carente de toda razón. En efecto, no es que al decirle aquella palabra haya puesto en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la pasión de que se hallaba aquejado; con ello, le ha proporcionado ocasión de enmendarse, si quiere. Este tal es semejante a un trigo nítido y brillante que, al ser roto, pone al descubierto la suciedad que contenía.


Así también el que está sentado en paz y tranquilidad, según cree, esconde, sin embargo, en su interior una pasión que él no ve. Viene el hermano, le dice alguna palabra molesta y, al momento, aquel echa fuera todo el pus y la suciedad escondidos en su interior. Por lo cual, si quiere alcanzar misericordia, mire de enmendarse, purifíquese, procure perfeccionarse, y verá que, más que atribuirle una injuria, lo que tenía que haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan gran provecho. Y, en lo sucesivo, estas pruebas no le causarán tanta aflicción, sino que, cuanto más se vaya perfeccionando, más leves le parecerán. Pues el alma, cuanto más avanza en la perfección, tanto más fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le puedan sobrevenir.

Responsorio

Job 9, 2. 14; 15, 15

V.Sé muy bien que el hombre no es justo frente a Dios. ¿Quién soy yo para replicarle o escoger argumentos contra él?

R.Sé muy bien que el hombre no es justo frente a Dios. ¿Quién soy yo para replicarle o escoger argumentos contra él?

V.Ni aun a sus ángeles los encuentra fieles ni el cielo es puro a sus ojos.

R.¿Quién soy yo para replicarle o escoger argumentos contra él?

Oración conclusiva

V.Oremos.

Oh, Dios, tu providencia nunca se equivoca en sus designios; te suplicamos con insistencia que apartes de nosotros todo mal y nos concedas todo lo que nos sea conveniente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

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