Oficio de lectura LUNES SANTOS CARLOS LUANGA y compañeros, mártires, memoria obligatoria

 LUNES SANTOS CARLOS LUANGA y compañeros, mártires, memoria obligatoria

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.

Si se toma de Laudes:

Mis ojos, mis pobres ojos

que acaban de despertar

los hiciste para ver,

no solo para llorar.


Haz que sepa adivinar

entre las sombras la luz,

que nunca me ciegue el mal

ni olvide que existes tú.


Que, cuando llegue el dolor,

que yo sé que llegará,

no se me enturbie el amor,

ni se me nuble la paz.


Sostén ahora mi fe,

pues, cuando llegue a tu hogar,

con mis ojos te veré

y mi llanto cesará. Amén.

Si se toma de Vísperas:

Hora de la tarde,

fin de las labores.

Amo de las viñas,

paga los trabajos de tus viñadores.


Al romper el día,

nos apalabraste.

Cuidamos tu viña

del alba a la tarde.

Ahora que nos pagas,

nos lo das de balde,

que a jornal de gloria

no hay trabajo grande.


Das al vespertino

lo que al mañanero.

Son tuyas las horas

y tuyo el viñedo.

A lo que sembramos

dale crecimiento.

Tú que eres la viña,

cuida los sarmientos. Amén.

Himno latino

Cuando el oficio de lectura se celebra durante el día:

Æterna lux, divínitas,

in unitáte Trínitas,

te confitémur débiles,

te deprecámur súpplices.


Summum Paréntem crédimus

Natúmque Patris únicum,

et caritátis vínculum

qui iungit illos Spíritum.


O véritas, o cáritas,

o finis et felícitas,

speráre fac et crédere,

amáre fac et cónsequi.


Qui finis et exórdium

rerúmque fons es ómnium,

tu solus es solácium,

tu certa spes credéntium.


Qui cuncta solus éfficis

cunctísque solus súfficis,

tu sola lux es ómnibus

et praémium sperántibus.


Christum rogámus et Patrem,

Christi Patrísque Spíritum;

unum potens per ómnia,

fove precántes, Trínitas. Amen.

Cuando el oficio de lectura se celebra durante la noche o de madrugada:

Somno reféctis ártubus,

spreto cubíli, súrgimus:

nobis, Pater, canéntibus

adésse te depóscimus.


Te lingua primum cóncinat,

te mentis ardor ámbiat,

ut áctuum sequéntium

tu, sancte, sis exórdium.


Cedant tenébræ lúmini

et nox diúrno síderi,

ut culpa, quam nox íntulit,

lucis labáscat múnere.


Precámur ídem súpplices

noxas ut omnes ámputes,

et ore te canéntium

laudéris in perpétuum.


Præsta, Pater piíssime,

Patríque compar Únice,

cum Spíritu Paráclito

regnans per omne saéculum. Amen.

Salmodia

Ant. 1. Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Salmo 6

Oración del afligido que acude a Dios

Ahora mi alma está agitada... Padre, líbrame de esta hora (Jn 12, 27).


Señor, no me corrijas con ira,

no me castigues con cólera.

Misericordia, Señor, que desfallezco;

cura, Señor, mis huesos dislocados.

Tengo el alma en delirio,

y tú, Señor, ¿hasta cuándo?


Vuélvete, Señor, liberta mi alma,

sálvame por tu misericordia.


Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,

y en el abismo, ¿quién te alabará?


Estoy agotado de gemir:

de noche lloro sobre el lecho,

riego mi cama con lágrimas.

Mis ojos se consumen irritados,

envejecen por tantas contradicciones.


Apartaos de mí, los malvados,

porque el Señor ha escuchado mis sollozos;

el Señor ha escuchado mi súplica,

el Señor ha aceptado mi oración.


Que la vergüenza abrume a mis enemigos,

que avergonzados huyan al momento.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Ant. 2. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Salmo 9 A

Acción de gracias por la victoria

De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos.

I

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

proclamando todas tus maravillas;

me alegro y exulto contigo

y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.


Porque mis enemigos retrocedieron,

cayeron y perecieron ante tu rostro.

Defendiste mi causa y mi derecho,

sentado en tu trono como juez justo.


Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío

y borraste para siempre su apellido.

El enemigo acabó en ruina perpetua,

arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.


Dios está sentado por siempre

en el trono que ha colocado para juzgar.

Él juzgará el orbe con justicia

y regirá las naciones con rectitud.


Él será refugio del oprimido,

su refugio en los momentos de peligro.

Confiarán en ti los que conocen tu nombre,

porque no abandonas a los que te buscan.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Ant. 3. Narraré tus hazañas en las puertas de Sion.

II

Tañed en honor del Señor, que reside en Sion;

narrad sus hazañas a los pueblos;

él venga la sangre, él recuerda

y no olvida los gritos de los humildes.


Piedad, Señor; mira cómo me afligen mis enemigos;

levántame del umbral de la muerte,

para que pueda proclamar tus alabanzas

y gozar de tu salvación en las puertas de Sion.


Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,

su pie quedó prendido en la red que escondieron.

El Señor apareció para hacer justicia,

y se enredó el malvado en sus propias acciones.


Vuelvan al abismo los malvados,

los pueblos que olvidan a Dios.

Él no olvida jamás al pobre,

ni la esperanza del humilde perecerá.


Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:

sean juzgados los gentiles en tu presencia.

Señor, infúndeles terror,

y aprendan los pueblos que no son más que hombres.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Narraré tus hazañas en las puertas de Sion.

Versículo

V.Enséñame a cumplir tu voluntad, Señor.

R.Y a guardarla de todo corazón.

Primera lectura

Job 29, 1-10; 30, 1. 9-23

Job lamenta su desgracia

Del libro de Job.

Job volvió a entonar sus versos, diciendo:


«¡Quién me diera volver a los viejos días, cuando Dios velaba sobre mí, cuando su lámpara brillaba encima de mi cabeza y a su luz cruzaba las tinieblas! ¡Aquellos días de mi otoño, cuando Dios era un íntimo en mi tienda, el Todopoderoso estaba conmigo y me rodeaban mis hijos! Lavaba mis pies en leche, y la roca me daba ríos de aceite.


Cuando salía a la puerta de la ciudad y tomaba asiento en la plaza, los jóvenes, al verme, se escondían, los ancianos se levantaban y se quedaban en pie, los jefes se abstenían de hablar, tapándose la boca con la mano, enmudecía la voz de los notables y se les pegaba la lengua al paladar.


Ahora, en cambio, se burlan de mí muchachos más jóvenes que yo, a cuyos padres habría rehusado dejar con los perros de mi rebaño. Ahora, en cambio, me sacan coplas, soy el tema de sus burlas, me aborrecen, se distancian de mí y aun se atreven a escupirme a la cara. Dios ha soltado la cuerda de mi arco, y, desenfrenados contra mí, me humillan. A mi derecha se levanta una canalla que prepara el camino a mi exterminio; deshacen mi sendero, trabajan en mi ruina y nadie los detiene; irrumpen por una ancha brecha al asalto, en medio del estruendo.


Se vuelven contra mí los terrores, se disipa como el aire mi dignidad y pasa como nube mi ventura. Ahora desahogaré mi alma: Me amenaza de día la aflicción; la noche me taladra hasta los huesos, pues no duermen las llagas que me roen. Él me agarra con violencia por la ropa, me sujeta por el cuello de la túnica, me arroja en el fango, y me confundo con el barro y la ceniza.


Te pido auxilio, y no me haces caso; espero en ti, y me clavas la mirada. Te has vuelto mi verdugo y me atacas con tu brazo musculoso. Me levantas en vilo, me paseas, y me sacudes en el huracán. Ya sé que me devuelves a la muerte, donde se dan cita todos los vivientes».

Responsorio

Job 30, 17. 19; 7, 16


V.La noche me taladra hasta los huesos, pues no duermen las llagas que me roen. Me arroja en el fango, y me confundo con el barro y la ceniza.

R.La noche me taladra hasta los huesos, pues no duermen las llagas que me roen. Me arroja en el fango, y me confundo con el barro y la ceniza.

V.Déjame, Señor, que mis días son un soplo.

R.Me arroja en el fango, y me confundo con el barro y la ceniza.

Segunda lectura

La gloria de los mártires, signo de regeneración

De la homilía pronunciada por el papa Pablo VI en la canonización de los mártires de Uganda.

(AAS 56 [1964], 905-906)


Estos mártires africanos vienen a añadir a este catálogo de vencedores, que es el martirologio, una página trágica y magnífica, verdaderamente digna de sumarse a aquellas maravillosas de la antigua África, que nosotros, modernos hombres de poca fe, creíamos que no podrían tener jamás adecuada continuación.


¿Quién podría suponer, por ejemplo, que a las emocionantísimas historias de los mártires escilitanos, de los cartagineses, de los mártires de la «blanca multitud» de Útica, de quienes san Agustín y Prudencio nos han dejado el recuerdo, de los mártires de Egipto, cuyo elogio trazó san Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, hubieran venido a añadirse nuevos episodios no menos heroicos, no menos espléndidos, en nuestros días?


¿Quién podía prever que, a las grandes figuras históricas de los santos mártires y confesores africanos, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y al gran Agustín, habríamos de asociar un día los nombres queridos de Carlos Luanga y de Matías Mulumba Kalemba, con sus veinte compañeros? Y no queremos olvidar tampoco a aquellos otros que, perteneciendo a la confesión anglicana, afrontaron la muerte por el nombre de Cristo.


Estos mártires africanos abren una nueva época, quiera Dios que no sea de persecuciones y de luchas religiosas, sino de regeneración cristiana y civil.


El África, bañada por la sangre de estos mártires, los primeros de la nueva era —y Dios quiera que sean los últimos, pues tan precioso y tan grande fue su holocausto—, resurge libre y dueña de sí misma.


La tragedia que los devoró fue tan inaudita y expresiva que ofrece elementos representativos suficientes para la formación moral de un pueblo nuevo, para la fundación de una nueva tradición espiritual, para simbolizar y promover el paso desde una civilización primitiva —no desprovista de magníficos valores humanos, pero contaminada y enferma, como esclava de sí misma— hacia una civilización abierta a las expresiones superiores del espíritu y a las formas superiores de la vida social.

Responsorio

S. Cipriano, Carta 58


V.Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

R.Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

V.Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega.

R.Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

Oración conclusiva

V.Oremos.

Oh, Dios, tú has hecho que la sangre de los mártires fuese semilla de cristianos, concédenos, por tu bondad, que el campo de tu Iglesia, regado por la sangre de los santos Carlos Luanga y compañeros, sea fecundo en abundante cosecha para ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

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