Oficio de lectura DOMINGO SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, solemnidad

 DOMINGO SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, solemnidad

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

De rodillas, Señor, ante el sagrario,

que guarda cuanto queda de amor y de unidad,

venimos con las flores de un deseo,

para que nos las cambies en frutos de verdad.

Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.


Como ciervos sedientos que van hacia la fuente,

vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás;

porque el que la busca es porque ya en la frente

lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.


Como estás, mi Señor, en la custodia

igual que la palmera que alegra el arenal,

queremos que en el centro de la vida

reine sobre las cosas tu ardiente caridad.


Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz. Amén.

Himno latino

Sacris sollémniis iuncta sint gáudia,

et ex præcórdiis sonent præcónia;

recédant vétera, nova sint ómnia,

corda, voces et ópera.


   Noctis recólitur cena novíssima,

qua Christus créditur agnum et ázyma

dedísse frátribus iuxta legítima

priscis indúlta pátribus.


   Dedit fragílibus córporis férculum,

dedit et trístibus sánguinis póculum,

dicens: «Accípite quod trado vásculum;

omnes ex eo bíbite».


   Sic sacrifícium istud instítuit,

cuius offícium commítti vóluit

solis presbýteris, quibus sic cóngruit,

ut sumant et dent céteris.


   Panis angélicus fit panis hóminum;

dat panis caélicus figúris términum.

O res mirábilis: mandúcat Dóminum

servus pauper et húmilis.


   Te, trina Déitas únaque, póscimus;

sic nos tu vísita sicut te cólimus:

per tuas sémitas duc nos quo téndimus

ad lucem quam inhábitas. Amen.

Salmodia

Ant. 1. Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete; venid a la boda». Aleluya.

Salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me falta: 

en verdes praderas me hace recostar;


me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.


Aunque camine por cañadas oscuras, 

nada temo, porque tú vas conmigo: 

tu vara y tu cayado me sosiegan.


Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.


Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete; venid a la boda». Aleluya.

Ant. 2. El que tenga sed, que venga a mí y beba en la fuente eterna.

Salmo 41

Como busca la cierva

corrientes de agua,

así mi alma te busca

a ti, Dios mío;


tiene sed de Dios,

del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver

el rostro de Dios?


Las lágrimas son mi pan

noche y día,

mientras todo el día me repiten:

«¿Dónde está tu Dios?»


Recuerdo otros tiempos,

y desahogo mi alma conmigo:

cómo marchaba a la cabeza del grupo,

hacia la casa de Dios,

entre cantos de júbilo y alabanza,

en el bullicio de la fiesta.


¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?

Espera en Dios, que volverás a alabarlo:

«Salud de mi rostro, Dios mío».


Cuando mi alma se acongoja,

te recuerdo

desde el Jordán y el Hermón

y el Monte Menor.


Una sima grita a otra sima

con voz de cascadas:

tus torrentes y tus olas

me han arrollado.


De día el Señor

me hará misericordia,

de noche cantaré la alabanza

del Dios de mi vida.


Diré a Dios: «Roca mía,

¿por qué me olvidas?

¿Por qué voy andando, sombrío,

hostigado por mi enemigo?»


Se me rompen los huesos

por las burlas del adversario;

todo el día me preguntan:

«¿Dónde está tu Dios?»


¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?

Espera en Dios, que volverás a alabarlo:

«Salud de mi rostro, Dios mío».


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que tenga sed, que venga a mí y beba en la fuente eterna.

Ant. 3. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.

Salmo 80

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;

dad vítores al Dios de Jacob:


acompañad, tocad los panderos,

las cítaras templadas y las arpas;

tocad la trompeta por la luna nueva,

por la luna llena, que es nuestra fiesta.


Porque es una ley de Israel,

un precepto del Dios de Jacob,

una norma establecida para José

al salir de Egipto.


Oigo un lenguaje desconocido:

«Retiré sus hombros de la carga,

y sus manos dejaron la espuerta.


Clamaste en la aflicción, y te libré,

te respondí oculto entre los truenos,

te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.


Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;

¡ojalá me escuchases, Israel!


No tendrás un dios extraño,

no adorarás un dios extranjero;

yo soy el Señor, Dios tuyo,

que te saqué del país de Egipto;

abre la boca que te la llene».


Pero mi pueblo no escuchó mi voz,

Israel no quiso obedecer:

los entregué a su corazón obstinado,

para que anduviesen según sus antojos.


¡Ojalá me escuchase mi pueblo

y caminase Israel por mi camino!:

en un momento humillaría a sus enemigos

y volvería mi mano contra sus adversarios;


los que aborrecen al Señor te adularían,

y su suerte quedaría fijada;

te alimentaría con flor de harina,

te saciaría con miel silvestre.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.

Versículo

V.La sabiduría se ha construido su casa. Aleluya.

R.Ha mezclado el vino y puesto la mesa. Aleluya.

Primera lectura

Éx 24, 1-11

Vieron a Dios y comieron y bebieron

Del libro del Éxodo.


En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:


«Sube a mí con Aarón, Nadab y Abihú y los setenta ancianos de Israel, y prosternaos a distancia. Después se acercará Moisés solo, no ellos; y el pueblo que no suba».


Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:


«Haremos todo lo que dice el Señor».


Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:


«Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos».


Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:


«Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos. 


Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel: bajo los pies tenía una especie de pavimento, brillante como el mismo cielo. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, que pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron.

Responsorio

Jn 6, 48. 49. 50. 51. 52


V.Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

R.Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

V.Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.

R.Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Segunda lectura

¡Oh banquete precioso y admirable!

De las obras de santo Tomás de Aquino, presbítero.

(Opúsculo 57, en la fiesta del Cuerpo de Cristo, lect. 1-4)


El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.


Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.


Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.


¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?


No hay ningún sacramento más saludable que este, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.


Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.


Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.


Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.

Responsorio

V.Reconoced en el pan lo que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz, lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.

R.Reconoced en el pan lo que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz, lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.

V.Para que no viváis separados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, bebed vuestro precio.

R.Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.

Himno

Te Deum

A ti, oh Dios, te alabamos, 

  a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre, 

  te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos 

  y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines 

  te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor, 

  Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos 

  de la majestad de tu gloria.


A ti te ensalza el glorioso coro 

  de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa, extendida por 

  toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, 

  digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.


Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre, 

  aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte, 

  abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios 

  en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir 

  como juez.

Te rogamos, pues, que vengas 

  en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste 

  con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna 

  nos asociemos a tus santos.

Lo que sigue puede omitirse:

Salva a tu pueblo, Señor, 

  y bendice tu heredad.

Sé su pastor y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos 

  y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día 

  guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor, 

  ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre 

  nosotros, como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, no me veré 

  defraudado para siempre.

Himno latino

Te Deum

Te Deum laudámus: 

  te Dóminum confitémur.

Te ætérnum Patrem, 

  omnis terra venerátur.

Tibi omnes ángeli, tibi cæli 

  et univérsæ potestátes:

tibi chérubim et séraphim incessábili 

  voce proclámant:

Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus 

  Deus Sábaoth.

Pleni sunt cæli et terra maiestátis 

  gloriæ tuæ.


Te gloriósus Apostolórum chorus,

te prophetárum laudábilis númerus,

te mártyrum candidátus 

  laudat exércitus.

Te per orbem terrárum sancta 

  confitétur Ecclésia,

Patrem imménsæ maiestátis;

venerándum tuum verum 

  et únicum Fílium;

Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.


Tu rex gloriæ, Christe.

Tu Patris sempitérnus es Fílius.

Tu, ad liberándum susceptúrus 

  hóminem, non horruísti 

  Vírginis úterum.

Tu, devícto mortis acúleo, aperuísti 

  credéntibus regna cælórum.

Tu ad déxteram Dei sedes, 

  in gloria Patris.

Iudex créderis esse ventúrus.

Te ergo quǽsumus, tuis fámulis súbveni, 

  quos pretióso sánguine redemísti.

æterna fac cum sanctis tuis 

  in gloria numerári.

Lo que sigue puede omitirse:

Salvum fac pópulum tuum, Dómine, 

  et bénedic hereditáti tuæ.

Et rege eos, et extólle illos usque 

  in ætérnum.

Per síngulos dies benedícimus te;

et laudámus nomen tuum in sǽculum, 

  et in sǽculum sǽculi.

Dignáre, Dómine, die isto sine peccáto 

  nos custodíre.

Miserére nostri, Dómine, 

  miserére nostri.

Fiat misericórdia tua, 

  Dómine, super nos, 

  quemádmodum sperávimus in te.

In te, Dómine, sperávi: non confúndar 

  in ætérnum.

Oración conclusiva

V.Oremos.

Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

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