Oficio de lectura JUEVES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 JUEVES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Oficio de lectura

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.

Invocación inicial

V.Dios mío, ven en mi auxilio.

R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.

Si se toma de Laudes:


¡Nacidos de la luz!, ¡hijos del día!

Vamos hacia el Señor de la mañana;

su claridad disipa nuestras sombras

y llena el corazón de regocijo.


Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,

limpie la oscuridad de nuestros ojos

y nos revele, al fin, cuál es la herencia

que nos legó en el Hijo Primogénito.


¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste,

por medio de su Hijo Jesucristo

y el don de toda luz, el Santo Espíritu,

que vive por los siglos de los siglos! Amén.

Si se toma de Vísperas:

Porque anochece ya,

porque es tarde, Dios mío,

porque temo perder

las huellas del camino,

no me dejes tan solo

y quédate conmigo.


Porque he sido rebelde

y he buscado el peligro

y escudriñé curioso

las cumbres y el abismo,

perdóname, Señor,

y quédate conmigo.


Porque ardo en sed de ti

y en hambre de tu trigo,

ven, siéntate a mi mesa,

bendice el pan y el vino.

¡Qué aprisa cae la tarde!

¡Quédate al fin conmigo! Amén.

Himno latino

Cuando el oficio de lectura se celebra durante el día:

Amóris sensus érige

ad te, largítor véniæ,

ut fias clemens córdibus

purgátis inde sórdibus.


Extérni huc advénimus

et éxsules ingémimus;

tu portus es et pátria,

ad vitæ duc nos átria.


Félix quæ sitit cáritas

te fontem vitæ, o Véritas;

beáti valde óculi

te speculántis pópuli.


Grandis est tibi glória

tuæ laudis memória,

quam sine fine célebrant

qui cor ab imis élevant.


Præsta, Pater piíssime,

Patríque compar Únice,

cum Spíritu Paráclito

regnans per omne saéculum. Amen.

Cuando el oficio de lectura se celebra durante la noche o de madrugada:

Ales diéi núntius

lucem propínquam praécinit;

nos excitátor méntium

iam Christus ad vitam vocat.


«Auférte — clamat— léctulos

ægros, sopóros, désides;

castíque, recti ac sóbrii

vigiláte; iam sum próximus».


Ut, cum corúscis flátibus

auróra cælum spárserit,

omnes labóre exércitos

confírmet ad spem lúminis,


Iesum ciámus vócibus

flentes, precántes, sóbrii;

inténta supplicátio

dormíre cor mundum vetat.


Tu, Christe, somnum dísice,

tu rumpe noctis víncula,

tu solve peccátum vetus

novúmque lumen íngere.


Sit, Christe, rex piíssime,

tibi Patríque glória

cum Spíritu Paráclito,

in sempitérna saécula. Amen.

Salmodia

Ant. 1. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.

Salmo 43

Oración del pueblo en las calamidades

En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rom 8, 37).

I

Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,

nuestros padres nos lo han contado:

la obra que realizaste en sus días,

en los años remotos.


Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,

y los plantaste a ellos;

trituraste a las naciones,

y los hiciste crecer a ellos.


Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,

ni su brazo el que les dio la victoria,

sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,

porque tú los amabas.


Mi rey y mi Dios eres tú,

que das la victoria a Jacob:

con tu auxilio embestimos al enemigo,

en tu nombre pisoteamos al agresor.


Pues yo no confío en mi arco,

ni mi espada me da la victoria;

tú nos das la victoria sobre el enemigo

y derrotas a nuestros adversarios.


Dios ha sido siempre nuestro orgullo,

y siempre damos gracias a tu nombre.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.

Ant. 2. No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.

II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,

y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:

nos haces retroceder ante el enemigo,

y nuestro adversario nos saquea.


Nos entregas como ovejas a la matanza

y nos has dispersado por las naciones;

vendes a tu pueblo por nada,

no lo tasas muy alto.


Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,

irrisión y burla de los que nos rodean;

nos has hecho el refrán de los gentiles,

nos hacen muecas las naciones.


Tengo siempre delante mi deshonra,

y la vergüenza me cubre la cara

al oír insultos e injurias,

al ver a mi rival y a mi enemigo.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.
Ant. 3. Levántate, Señor, no nos rechaces más.

III

Todo esto nos viene encima,

sin haberte olvidado

ni haber violado tu alianza,

sin que se volviera atrás nuestro corazón

ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;

y tú nos arrojaste a un lugar de chacales

y nos cubriste de tinieblas.


Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios

y extendido las manos a un dios extraño,

el Señor lo habría averiguado,

pues él penetra los secretos del corazón.


Por tu causa nos degüellan cada día,

nos tratan como a ovejas de matanza.

Despierta, Señor, ¿por qué duermes?

Levántate, no nos rechaces más.

¿Por qué nos escondes tu rostro

y olvidas nuestra desgracia y opresión?


Nuestro aliento se hunde en el polvo,

nuestro vientre está pegado al suelo.

Levántate a socorrernos,

redímenos por tu misericordia.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, no nos rechaces más.

Versículo

V.Haz brillar tu rostro, Señor, sobre tu siervo.

R.Enséñame tus leyes.

Primera lectura

Job 11, 1-20

Sofar expone la doctrina tradicional

Del libro de Job.

Sofar de Naamat habló a su vez y dijo:


«¿Va a quedar sin respuesta tal palabrería?, ¿va a tener razón el charlatán?, ¿hará callar a otros tu locuacidad?, ¿te burlarás sin que nadie te confunda? Tú has dicho: “Mi doctrina es limpia, soy puro ante tus ojos”. Pero que Dios te hable, que abra los labios para responderte; él te enseñará secretos de sabiduría, retorcerá tus argucias, y sabrás que aun parte de tu culpa te la perdona.


¿Pretendes sondear el abismo de Dios o alcanzar los límites del Todopoderoso? Él es la cumbre del cielo: ¿qué vas a saber tú?; es más hondo que el abismo: ¿qué sabes tú? Es más largo que la tierra y más ancho que el mar. Si se presenta y encarcela y cita a juicio, ¿quién se lo puede impedir? Él conoce a los hombres falsos, ve su maldad y la penetra. Pero el mentecato cobrará sentido cuando un asno salvaje se domestique.


Si diriges tu corazón a Dios y extiendes las manos hacia él, si alejas tu mano de la maldad y no alojas en tu tienda la injusticia, podrás alzar la frente sin mancilla; acosado, no sentirás miedo, olvidarás tus desgracias o las recordarás como agua que pasó; tu vida resurgirá como un mediodía, tus tinieblas serán como la aurora; tendrás seguridad en la esperanza, te recogerás y te acostarás tranquilo, dormirás sin sobresaltos, y muchos buscarán tu favor. Pero a los malvados se les ciegan los ojos, no encuentran refugio, su esperanza es solo un suspiro».

Responsorio

2 Cor 4, 8-9. 10

V.Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados.

R.Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados.

V.En toda ocasión llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

R.Acosados, pero no abandonados.

Segunda lectura

La ley del Señor abarca muchos aspectos

De los tratados morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

(Libro 10, 7-8. 10: PL 75, 922. 925-926)


“¡Ojalá Dios te mostrara que su ley abarca muchos aspectos!” La ley de Dios, de que se habla en este lugar, debe entenderse que es la caridad, por la cual podemos siempre leer en nuestro interior cuáles son los preceptos de vida que hemos de practicar. Acerca de esta ley, dice aquel que es la misma Verdad: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros”. Acerca de ella dice san Pablo: “Amar es cumplir la ley entera”. Y también: “Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la ley de Cristo”. Lo que mejor define la ley de Cristo es la caridad, y esta caridad la practicamos de verdad cuando toleramos por amor las cargas de los hermanos.


Pero esta ley abarca muchos aspectos, porque la caridad celosa y solícita incluye los actos de todas las virtudes. Lo que empieza por solo dos preceptos se extiende a innumerables facetas.


Esta multiplicidad de aspectos de la ley es enumerada adecuadamente por Pablo, cuando dice: “El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es ambicioso ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”.


El amor es “paciente”, porque tolera con ecuanimidad los males que se le infligen. Es “afable” porque devuelve generosamente bien por mal. “No tiene envidia”, porque, al no desear nada de este mundo, ignora lo que es la envidia por los éxitos terrenos. “No presume”, porque desea ansiosamente el premio de la retribución espiritual, y por esto no se vanagloria de los bienes exteriores. “No se engríe”, porque tiene por único objetivo el amor de Dios y del prójimo, y por esto ignora todo lo que se aparta del recto camino.


“No es ambicioso”, porque, dedicado con ardor a su provecho interior, no siente deseo alguno de las cosas ajenas y exteriores. “No es egoísta”, porque considera como ajenas todas las cosas que posee aquí de modo transitorio, ya que solo reconoce como propio aquello que ha de perdurar junto con él. “No se irrita”, porque, aunque sufra injurias, no se incita a sí mismo a la venganza, pues espera un premio muy superior a sus sufrimientos. “No lleva cuentas del mal”, porque, afincada su mente en el amor de la pureza, arrancando de raíz toda clase de odio, su alma está libre de toda maquinación malsana.


“No se alegra de la injusticia”, porque, anheloso únicamente del amor para con todos, no se alegra ni de la perdición de sus mismos contrarios. “Goza con la verdad”, porque, amando a los demás como a sí mismo, al observar en los otros la rectitud, se alegra como si se tratara de su propio provecho. Vemos, pues, cómo esta ley de Dios abarca muchos aspectos.

Responsorio

Rom 13, 8. 10; Gál 5, 14

V.A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. Por eso amar es cumplir la ley entera.

R.A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. Por eso amar es cumplir la ley entera.

V.Toda la ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo».

R.Por eso amar es cumplir la ley entera.

Oración conclusiva

V.Oremos.

Concédenos, Señor, que el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu Iglesia se alegre en su confiada entrega. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R.Amén.

Conclusión

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.Bendigamos al Señor.

R.Demos gracias a Dios.

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