Invitatorio LUNES DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 LUNES DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Invitatorio

El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.

Cuando el Invitatorio se antepone a las Laudes, puede omitirse, si se juzga oportuno, el salmo con su antífona y decirse únicamente el versículo Señor, ábreme los labios.

Versículo inicial

V.Señor, ábreme los labios.

R.Y mi boca proclamará tu alabanza.

A continuación se dice el salmo 94 (o bien el salmo 99, el 66 o el 23), en forma responsorial, con la antífona.

Salmo 94

“Invitación a la alabanza divina”

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Heb 3, 13).

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. En el rezo individual basta con decir la antífona al comienzo del salmo.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón 

  como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres 

  me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto 

  mis obras.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

“Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso”».

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Salmo 99

“Alegría de los que entran en el templo”

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio).


Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. En el rezo individual basta con decir la antífona al comienzo del salmo..

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Entrad por sus puertas 

  con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias 

  y bendiciendo su nombre.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades».

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Salmo 66

“Que todos los pueblos alaben al Señor”

Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28, 28)

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. En el rezo individual basta con decir la antífona al comienzo del salmo.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Salmo 23

“Entrada solemne de Dios en su templo”

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo).

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. En el rezo individual basta con decir la antífona al comienzo del salmo.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

— ¿Quién puede subir al monte 

  del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

— El hombre de manos inocentes

y puro corazón,

que no confía en los ídolos

ni jura contra el prójimo en falso.

Ese recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

— Este es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?

—El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?

—El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el Rey de la gloria.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.

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